Manolo llega, se para en su sitio
–el mismo desde que lo conozco-, sonríe y estrecha la mano. Saluda, y al paso
otea a su alrededor. Habla, y sus ojos, políticamente inquietos, localizan a
todos los conocidos en la sala. No es mala educación…si pudiese estrecharía
cientos de manos al mismo tiempo. Aunque hay quién no lo entienda, él es así.
Un día le escuché: “Aquí no pedimos carnés¨. Por eso es frecuente verlo
dialogar con las personas más diversas. Por eso también es frecuente que
diversas sean las personas que, desde los ámbitos políticos más lejanos,
digamos que ha sido el mejor alcalde que no pudo tener Castrillón.
Izquierda Unida de Castrillón no
hubiese sido la misma sin su trabajo, sin su compromiso. Fue con su llegada al
ayuntamiento como responsable de la Concejalía de Obras y Servicios cuando ésta
organización política fue concebida por la ciudadanía como una verdadera
alternativa de gobierno. Lo mismo rehabilitaba un lavadero que la Capilla de
los Remedios. Y es que sabía que la misma que con rodillas en el suelo había
lavado ropa en uno, con las mismas rodillas lavaba conciencia en el otro. Quién
era él para juzgarlo. Sabe que el pueblo no obedece las reglas científicas de
la política que hoy algunos, desde las universidades, pretenden vendernos.
No he podido seguir su excursión
de los últimos cuatro años por Oviedo. Barrunto que no ha sido fácil. Manolo es
de remar en la misma dirección. Ye un
home de la unidá. Pero la unidad no siempre es posible y, en estos tiempos, son muchos los que creen haber descubierto el
elixir que proporciona la solución inequívoca, la infalibilidad. Y es que
Manolo es hombre falible, porque sabe que en lo que todos aportan está la
correcta decisión.
Hoy deja la Coordinación de Asturias.
Perdió primarias, pero se ganó nuestro respeto. Hoy, como ayer, es
maestro. Y en Castrillón, tiene su casa.